Anécdotas de un español en Kaliningrado II
Me he recreado mucho en el humor visceral y ofensivo para la primera parte de este diario sobre mi estancia en Kaliningrado. Así que voy a redactar una segunda parte mostrando aspectos mucho más positivos de mi estancia en Kaliningrado y, supongo, que de Rusia en general. Lo haré en forma de notas y no de días, así quedará como una enumeración de cosas positivas.
Índice
El transporte público.
No voy a decir que haya disfrutado de los autobuses y trenes más modernos y cómodos. Sería una mentira. Aunque también hay que decir que muchos trenes y autobuses modernos no son más que formas contemporáneas de tortura y hay auténticos lujos de confort en autobuses y trenes más a antiguos. Pero no voy a tratar de eso. Es más una cosa de puntualidad y fiabilidad. En mi experiencia, aunque suelen ir bastante saturados de gente, los autobuses urbanos y trenes de Kaliningrado cumplen con los horarios, rapidez y mantienen un buen nivel de información. Gdansk, ciudad polaca mucho más desarrollada que Gdansk, me dejó una hora y media sin autobús al aeropuerto, sin máquina de billetes, bajo la lluvia y sin información. Eso en Rusia no me ha pasado.
Hay bastante vida cultural.
Kaliningrado no está falta museos, centros de cultura y lugares que visitar. Gdansk, como referencia otra vez, aunque es una ciudad mucho más bonita y mejor terminada, no parece disponer del mismo nivel de centros culturales. Y al cambio de rublos a euros, es muy barato. Imagino que para los rusos ya es más caro, pero hablo de mi experiencia. También es cierto que en cualquier museo o centro cultural de Kaliningrado siempre hay eternas referencias y honras a la Unión Soviética. Nada en contra, pero es muy cansino y acaba pareciendo que todo está organizado por el típico viejo que hables de lo que le hables, siempre te habla de su juventud. Y en un museo del mar, vale que hayan referencias soviéticas porque hay un buque. Y en un museo que simula un bunker, más aún. Pero cuando estás en una supuesta puerta histórica de la ciudad del siglo XVIII, cuando era Königsberg, meterle una sala entera a hacer apología soviética, a ojos de un español, ya es absurdo. En España se come muy bien pero no colocamos en todos los museos una sección de la tortilla de patatas. Imaginemos exposiciones en salas cómo «Dalí y los huevos batidos», «Tortilla y revolución industrial», «¿Descubrimiento de América u origen de la tortilla?». Pues eso hacen en los museos de Kaliningrado. Pero bueno, está bien tanga actividad cultural.
Parece que la lucha contra las drogas es efectiva.
En 13 días en Kaliningrado, excepto algún borracho, no he tenido encontronazos con ningún yonqui. Y si los hay, debían estar en hibernación. Viniendo de Barcelona, estar 13 días paseando por todos lados y no haber notado ni remotamente una sutil nota a olor de porro, es incluso raro. Pero lo agradezco. No cómo cuando llegué a Barcelona, que en el propio aeropuerto ya habían dos colgados que apestaban a culo de Hassán. Y al cabo de 10 minutos, en la estación de tren, apestaban marihuana. Y de eso volvemos al transporte y olores en el punto 4.
Los autobuses y trenes no son un nido de yonquis.
Los autobuses serán viejos y en algunas estaciones hay que bajar de los trenes haciendo rappel, pero no huelen a porro, ni a sudor, pies sucios, kebab rancio o a «ya me ducharé cuando llueva». Y la gente paga billete. No hay una plaga bíblica de langostas africanas que saltan controles y viajan sin pagar mientras se ríen de los agentes de seguridad. Y si los hubiera, durarían poco. Porque parece muy probable que los dos agentes de seguridad de metro cincuenta en un tren ruso tienen pleno amparo legal para meterte la porra por el culo si incumples la ley. No cómo en España, que dejamos de tener revisores porque los morenos les agredían al pagar y pusimos agentes de seguridad, que suelen recibir denuncias por racismo de parte de morenos que no pagan billete y agreden en los trenes.
Su economía parece funcionar relativamente bien.
La Unión Europea y Estados Unidos se congratulan en todas las sanciones impuestas a Rusia. Pero yo he visto los centros comerciales llenos, y hay muchos y juntos. En la Cuenca del Nalón, en Asturias, una aglomeración de de población de 100.000 personas no puede sostener un sólo centro comercial y un cine. Tuvieron que cerrar todo. Mientras en el país más sancionado del mundo, en una parte aislada y rodeada de países de la UE, hay actividad económica y los comercios que quieras. Es más, se ve mucho más dinamismo económico en esa parte de la Rusia que «caerá con las sanciones» que en las zonas de España que la Unión Europea obligó a desindustrializar a cambio de dineros. Y hay bastante hipocresía. Si, no hay Zara, ni Bershka o Stradivarius. Pero yo he visto Lacoste, Mango, Yves Rocher y otras marcas. Parece que sencillamente se «fueron» algunas marcas que eran más grandes para aparentar una huida de Rusia mientras otras seguían en el mercado. Y una vez más los españoles perdemos. Porque las que no están, son del grupo Inditex, pero Lacoste allí está. Nos joden hasta cuando las sanciones van contra otros. Aunque quizás tampoco tanto, porque parece que las marcas que tomaron el relevo de Zara, Bershka y etcétera, son sociedades de Emiratos Árabes que «compraron» esas tiendas pero parece que han mantenido el género textil de los mismos talleres y los mismos modelos pero han cambiado únicamente la «marca». Seguramente, esas sociedades de Emiratos Árabes tengan relación con Inditex, con lo cual no sea más que una tapadera para decir que no están pero siguen allí con otro nombre.
No se percibe la inseguridad de Barcelona.
Si bien es cierto que luego un borracho te pega un tortazo en el aeropuerto sin venir a cuento, la sensación de inseguridad es casi nula.
Hay una fuerte conciencia nacional.
También puede ser nefasto cuando te toca interactuar con el borracho patriótico, pero es interesante ver fotografías de soldados caídos oriundos de la ciudad en templos, museos y lugares públicos con el lema «Gloria a los héroes». Aunque podemos discrepar en el tema de la legitimidad de la guerra, rendir honores a compatriotas que han dado su vida, es una actitud muy respetable. No cómo en España, que cuando un soldado paracaidista murió en maniobras, ya estaban miles de imbéciles riéndose de las muertes. Supongo que esos imbéciles serían muy capaces de luchar ante la invasión marroquí. Capaces de poner el culo, poco más.
Hay más cuidado por los niños y las familias.
En España somos capaces de dejar los antiguos parques infantiles abandonados o en poder de bandas extranjeras. Y la administración siente más «respeto» y «obligación de protección» ante una madre soltera con un niño marroquí o una pareja lesbiana con un niño trans, que por una familia común de padres y dos niños. Parece que los incentivos fiscales para aumentar la familia en Rusia son reales. Quizás no sean efectivos, pero existen. Incluso en los museos. Dos padres y un niño en un museo puede ser que paguen lo mismo que un soltero. Lo digo por experiencia. Vale, quizás me parezca horrible como soltero, pero me parece genial como persona.
Del mismo modo, es agradable ver en un centro comercial lugares para dejar a los niños con dos o tres monitoras, juguetes, pizarras y demás. Y diría que eran gratuitos. Lo único similar en España son parques de bolas en centros comerciales que te cobran bien por ello. O a lo sumo, algún hipermercado español que tiene 2 metros cuadrados en la entrada para que los niños pinten cuadernos en el suelo. Del mismo modo, los templos tienen tienda. Puede parecer muy mercantilista, pero nadie obliga a comprar y también hay espacios para niños y hay artesanía, ropa, joyas y dulces. Y no son lugares caros. Y hay en la sección de librería hay, aparte de libros sobre los evangelios y la Biblia, libros infantiles. Para algunos serán horribles, pero yo prefiero libros para niños que trasmitan valores. Ya estoy cansado de supuestos libros infantiles hechos por perturbados mentales que únicamente pretenden corromper a los niños para obtener adultos tan perturbados como ellos. Y entre un libro del pequeño Jesús que ayuda José y los libros para enseñarles polla, ser trans o tener sexo con adultos a niños de 5 años, me quedo con el niño Jesús.
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