Historia de una cita que nunca fue

ADVERTENCIA: Todo lo escrito en este post es ficción. Bueno, casi todo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia y que la realidad se ha vuelto una cochina distopía. Ninguna acción llevada a cabo en esta narración es real, por lo que no puede ser constitutiva de delito. Lo que tiene delito es tener que avisarlo.

Algunos dicen que soy demasiado tosco, que no muestro emociones y que si hago bromas, suelen ser de humor negro. Que no me muestro sensible y que así es imposible gustar a la gente y encontrar una chica. Creen que soy demasiado rudo y bruto. Vaya, que soy un rústico. No sé de dónde sacan eso. Son una panda de mascachapas de ciudad más cortos que el pelo de un huevo. Tienen un hostia en la cara de campeonato. Pero intentaré demostraros que soy sensible y que también puedo ser romántico.

Entré en una red social de dudosa reputación para encontrar mujeres. Horrible. Todas modernas. Pelo rapado, de colores, en una «galería de arte moderno» con una pintura que parece hecha por tuerto con muñones. Así no se puede. Pero lo intentaré, me gustan los retos. Así que hice mi perfil con mis mejores fotos en el campo con mi perro. Y escribí unas cuantas bromas. Fui siendo selectivo e hice algún match. Por lo menos los peces pican. Aunque a muchos peces no les gustaban mis bromas y me daban match para llamarme «facha», «machista», «racista» y «homofobo». Joder, ya no se pueden hacer chistes del negro mariquita que va a comprar bragas. Así que cambié al negro marica por una feminista y las bragas por una Gilette. Aún peor, me cerraron la cuenta y tuve que hacerme otra. Esta vez sin escribir, que a la gente no le gusta leer. Finalmente hice match con una chica maja. Además se la veía recia. Tenía buenas caderas y no estaba desnutrida. No se va a romper la primera y parece fértil. Así que a por ella.

Hablamos durante 15 días y finalmente le propuse quedar. En tres días por la noche, para cenar en mi casa. Si Jescucristo pudo resucitar al tercer día, yo podía limpiar mi casa. Y en ello estuve los tres días. Hasta que llegó la ansiada fecha.

Visto que la cita era inminente, comencé a prepararlo todo. Diseñé un plan impecable. Cena de ensalada templada de bacalao con gambas, de segundo escalopines crujientes con salsa de queso azul y de postre mi tarta de queso. Todo amenizado con las grandes baladas de Scorpions de fondo. Y para redondear, me duché y estrené el frasco de perfume que me regalaron en mi primera comunión. No habían fisuras. Muy mal se me tenía que dar para no cazar la presa.

Eran casi las 20:00. Me llega un mensaje. Pensé que era el típico mensaje de «llegaré un poco tarde». Les gusta hacer esperar. Pero no. Me decía que no podía venir, que tenía que ayudar a su prima. ¿Ayudarla a qué? Y qué clase de prima pide ayuda de sopetón y tu vas como si se acabase el mundo. Que yo tengo primos a los que quiero mucho, pero los veo una vez cada cinco años y si me dicen de ayudarles a algo la noche en que tengo tema, les digo que mañana voy. No me jodas. Ni prima ni hostias. Así no hay quien cace mujer, rediós. Menuda excusa de mierda. Le respondo «ok» y en mi interior pienso «así te jodan, jabalí».

Pero mantuve la calma y me mostré civilizado. He podido montar una cena romántica, puedo aguantarme las ganas de quemar su casa. Soy una persona comprensiva, dulce y pacífica.

Espero que le guste el zurullo que le he dejado en la puerta de su casa. La tarta estaba riquísima.

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