Voy a entrar en polémica sobre la dinámica ecologista en que se han metido las administraciones a favor del planeta con algo tan ingenuo como una bonita tarjeta de transporte que han ideado en la Autoridad Metropolitana de Barcelona. Hablo de la T-Verda.
Vamos a comenzar por la parte bonita y vendible de la tarjeta. El resumen es que es una tarjeta para utilizar todos los transportes públicos del área metropolitana de forma ilimitada durante tres años. Hasta ahí, fantástico. Y, además, «gratis». Y escribo las comillas porque nada es gratis con la administración. Pero sin añadir nada más, podríamos decir que es un plan fenomenal para estimular el uso del transporte público y ahorrar emisiones.
Pero ahora la parte «regulera». Tal título es unipersonal e intransferible, identificado con DNI, por lo que ya se ve venir que algo esconde. Y sobretodo cuando la validez es de tres años, pero se debe renovar cada año. Raro. No creo que alguien vaya a renunciar, repentinamente, a viajar gratis porque se levante por la mañana y diga «Mmmm, no, este año paso, iré en burra». Pero no nos tenemos que preocupar, la renovación es «automática». Interesante, una tarjeta que dice ofrecer viajes ilimitados durante tres años, pero debes renovarla cada año. Pero se renueva automáticamente, no nos debemos preocupar. O si, porque tiene pinta de que el día de la renovación automática habrás incumplido la letra pequeña de un contrato cambiado el día anterior y que nunca firmaste. Eh, pero que es culpa tuya, la administración nunca juega a ganar ni a joder.
Fijaos si nunca juega a ganar, que ahora viene la parte más oscura y macabra del asunto.
Dicha tarjeta solo se puede conseguir tramitándola a cambio de haber dado de baja y desguazado un coche. Si, un coche viejo contaminante. El típico Renault Clio rancio de 70 caballos del que no tiene para otro coche. O la furgoneta del currela que utiliza para el trabajo y la familia, pero que ahora es el enemigo público número uno. Porque lógicamente, contaminan el Renault Clio de 70 caballos y la furgoneta del que no puedo permitirse un coche nuevo. Porque las personas de clase obrera somos avariciosos contaminadores natos que somos capaces de ir en una lata y no en un Volkswagen Touareg de 250 caballos por el placer de sentir que acabamos con el mundo.
Así que la administración nos da la solución, qué buenos ellos. Nos dan una tarjeta con la que solamente podemos viajar sin nuestras familias por el área metropolitana durante tres años. Y solamente tenemos que renunciar a poder viajar con nuestros seres queridos, ir más lejos de Sant Vicenç, haber dado de baja nuestro coche y haberlo desguazado. Eh, ni nos piden escupir en una ventanilla y repudiarlo tres veces. Qué majos.
Suerte que tenemos a la administración para sacarnos a los pobres de nuestros vicios nauseabundos de plebe desagradecida. Porque los que tienen un pequeño urbano diésel del año 2000 lo mantienen por puro egoísmo. Yo mismo, no me compro un Tesla porque no ofrecen tapicería de cuero de cojón de chimpancé albino. No tiene nada que ver un Dacia básico cueste más de 20.000 euros. Es que los pobres somos caprichosos y no queremos salvar el planeta. El que si quiere salvar el planeta es el del eléctrico de 60.000 euros que va a tirar la basura montado en su lavadora con asientos de cuero hecha en México y traída a España en buques que funcionan con arcoiris e ilusiones. Ecologismo de proximidad. Y la electricidad sale de quemar incienso por las tardes. Y esos salvadores del mundo de clase superior, solo requieren de estar exentos de impuestos municipales y tener planes de ayuda. Porque el que se gasta 60.000 en comprarse un coche de moda tras 4 años con un BMW X5, necesita muchas ayudas. El currela no. No sabría qué hacer con los dineros. Mejor le despojamos de su carruaje y le damos una alternativa para llegar a servirnos copichuelas que le suponga 4 horas más de viaje cada día. Culpa suya, haber vivido más cerca.
Pero tenemos que estar seguros de que salvamos el planeta a costa de desamortizar al obrero. Ha vivido por encima de sus posibilidades. Que nos rinda pleitesía a sus superiores y entregue su autonomía. Y a cambio de dar de baja su coche y de desguazarlo, le damos pan para hoy. Pero un currusco, que demasiada baguette mata al planeta. Pero ya que estamos, le obligamos a firmar un compromiso a no comprar ningún coche durante tres años. No vaya a ser que se rebele, que la chusma está llena de desagradecidos y de sublevados. Bastante que no les exigimos derecho de pernada y la virgen más guapa de Cornellá cada año.
¿Exagero? No, los requerimientos son completamente reales. Da de baja tu coche, lo desguazas, firma un compromiso a no comprar otro coche y da las gracias.
Y en este momento, siempre hay almas cándidas que me dicen «si no puedes permitirte un eléctrico ni un coche nuevo, quizás debas esforzarte más». Que podría entenderlo si esto viniese de alguien de ideología liberal. Pero este comentario «para nada clasista» de culpar al obrero de sus condiciones materiales y de los ataques del gobierno y de grandes grupos de presión viene sistemáticamente de gente que se pone palote viendo a Ferreras en su urbanización mientras saborea las mieles de ser haberse llamado marxista en los 80. Sector Zeppo, porque no tienen suficiente gracia para ser Groucho.
Porque olvidaos de la implantación de aquello llamado «electrificación». No hay tal cosa. Nadie aspira seriamente a que el que antes podía visitar su pueblo en verano con su familia montado en una tartana ahora vaya en un eléctrico. Inviable. Y nunca ha sido el plan. El plan es acabar con cualquier atisbo de movilidad social y geográfica. El que nace pobre, a disfrutar el paisaje desde en tren abarrotado y que apesta a porro. El que podía comprarse un Porsche Cayenne, se compra un Tesla y, encima, le ahorramos impuesto de circulación. Se acabó prosperar, petardos.
Antes era la derecha con recortes y privatizaciones. Y molaba reclamar bienestar social, políticas para favorecer lo que llamaban «ascensor social» y acabar con la corrupción. Pero ya se nos ha pasado el pavo. Ahora todo sea por el clima. Y si nos quedamos sin clase media pero con una clase humilde completamente arruinada y humillada, por lo menos es por un buen motivo. Salvar el planeta para nuestros hijos. Esos hijos que no vas a tener, porque también contaminan. Excepto los 7 de Von der Leyen. Los hijos de los ricos no contaminan, no tienen intestinos, tienen purificadores de aire. Y los Ferrari tampoco contaminan. Y los Tesla traídos de México y China tampoco. Contamina tu Citroen Xsara. Así que camina y revienta. Tu vida no es nada si con ello salvamos el planeta. Sobretodo para quien no va a caminar.
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