Por un momento voy a dejar de mentar a Elur porque, al final, me ha ocupado dos partes de mi repaso del año 2025. Y quería que fuese divertido, no una colección de formas de lamentarse y de dar penita. Para lastimero ya está el gobierno. No se me necesita para dar aún más pena.
Aunque la evolución de mi padre tampoco me ha dejado del todo tranquilo. Más bien, ha añadido tensión a un año que ya tenía muchas ganas de dar por saco en Marzo. Ahora, cerca de Navidad, aunque ya comenzaba a hacerse patente en años anteriores, me queda claro que los antiguos roles de mi padre para las fiestas, son míos.
Tampoco me voy a quejar. Al fin y al cabo tengo 35 años, si no me comporto como un hombre ahora, no va a suceder más tarde. Lo único que no pienso hacer es comenzar a comer turrón del duro, aún no estoy preparado para tal osadía y arrebato de virilidad. Lo mío se va a ceñir a obras y jugar con toda clase de objetos cortantes. Cortar jamón siendo de mano dominante ambigua, pase, llevo años de práctica. Manejar fuegos y parrillas de fundición de tamaños absurdos que parecen para la paella de Villabajo, lo acepto. Dejarme el hombro haciendo mortero, hay que hacerlo. Pero me niego a morder esa cosa dura y cortante que mezcla almendras más fosilizadas que tostadas y esa sustancia blanca que parece cemento cola para piscinas. No, eso jamás. Me quedo con mi turrón de Casa Colomina, que sabe a gloria. Aunque recuerdo a una Gloria de mi adolescencia y debía saber a Red Bull y pastillas anticonceptivas. Pero me habéis entendido.
Es cierto que no todo es malo. Teniendo en cuenta que soy de trato difícil, he conocido a más gente y de forma más cómoda que hace no tanto tiempo. A ver, que para mi, conocer a tres personas el mismo año es un récord. Lo que un extrovertido hace en la cola de Hacienda, si. De mis condiciones congénitas, no son la sociabilidad y el carisma las que obtuvieron la pole position. Tampoco me engaño, ésas jamás estuvieron en la carrera. Abría el Gran Premio la tozudez y lo cerraba el «os podéis ir todos a tomar por saco». Pero el caso es que en el gimnasio de Asturias, aunque ya hacía mis pinitos de sociabilidad con un prejubilado, ahora ya me saluda todo el núcleo duro. Si, dicha victoria es lamentable para un extrovertido, pero es que no jugamos en la misma liga.
Por lo menos no ha sido todo perder. Algo he ganado. Quizás haya ganado algo muy importante y no tenga la conciencia sobre ello todavía.
Pero a lo importante, he pintado un muro de verde. Algunos dirán «verde esperanza». No, verde impermeable, que en Asturias llueve que jode. Era ese verde o el verde musgo de lo que iba a criar.
Asturias tiene una llamativa cualidad para mi, pues del mismo modo que fue el inicio del final de Elur, también fue el lugar donde me fui espabilando para superar la situación con escenas cotidianas que me hicieron gracia. Por ejemplo, no recordar que a las 16:00 ya no se come en ningún lado y acabar con churros en un banco del parque. Y en ese banco, ver a una pareja de ancianos. El hombre, sacó un pañuelo y lo puso sobre otro banco para que se sentase su esposa. Por lo menos, hasta en los momentos más bajos, hay gente que sigue en pie. Como esa pareja de ancianos, fue un consuelo y muy agradable de ver. Y se fueron rápido. No me extraña, frente a ellos había un barbudo con pendientes vestido de negro y rodeado de palomas mientras comía churros con chocolate.
También recuerdo que cosas tan simples como una tarta de queso, unos donuts y un café, pueden hacer comenzar mejor el día. Lo del café ya lo sabía, pero tenía que mentar los donuts.
Es más, yo pensaba que era muy desgraciado, pero luego me di cuenta que hay gente que vive engañada y eso es peor. Hay gente bella y agradable que vive creyendo cosas absurdas. Como, por ejemplo, que no les gusta el chorizo. ¿Y por qué? Porque les han engañado toda la vida. Jamás han probado el chorizo.
Y la vida, en gran parte es eso. No dejarse engañar. Reconocer que no es lo que nos venden, es lo que intentamos y obtenemos por nuestros medios.
La vida no es lo que otros nos dicen, es lo que hacemos con ella. Si, el dolor está allí siempre. Y, por algún motivo, nos intentan siempre vender una solución que no es para nosotros. Ese es el mayor negocio, vender soluciones inútiles a gente que lo único que necesita son respuestas propias y un poco de afecto. Y eso si que sirve para casi todo. Hasta para quien dice que odia el chorizo porque lo probó en el Lidl. Siempre queda la opción de decidir probar el chorizo cazurro y descubrir la verdad. Si quieres chorizo, yo te daré chorizo. No sé si suena bíblico o, peor, erótico-festivo. Pero como el epílogo del resumen del año tiene que ser absurdo, ya va bien.
Al final de todo, si, el año ha sido desastroso. Pero la película Brácula también es un desastre y bien divertida que es. Es cuestión de actitud. Y de tener las personas acertadas. Si es que no se me mueren antes, que tenemos una puñetera manía de morirnos que no es normal. ¿Pero sabéis qué? Los vivos están con nosotros y los muertos no sufren. Los que sufrimos somos nosotros, pero incluso sufriendo muchas veces, la vida tiene cosas buenas. Y hasta el año 2025 tuvo cosas muy buenas.

PD: ¡Pedro Sánchez, hijo de puta!
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