Querría tratar de un tema que parece bastante oculto a la opinión pública que en según qué entorno es fácil de ver. Y me refiero al aumento del uso de esteroides, especialmente entre los más jóvenes. Algo que fue un rumor mientras la moda del fitness y del gimnasio iba en aumento pero que ha llegado ya a niveles muy exagerados. Y nadie parece actuar ni poner un poco de sentido común. Cosa que debería estar en manos de las administraciones, pero no les parece preocupar. Así que voy a entrar en el tema por la puerta grande. Centrando el tema del aumento del consumo de esteroides(si, dándolo por hecho porque llevo muchos años en el gimnasio y jamás había visto tal nivel) en los más jóvenes como una consecuencia de la exposición a contenido y mensajes de ideologías concretas.
Cabe muy razonable sospecha de que el aumento del consumo de anabolizantes/esteroides, aparte de por los círculos sociales, se deba a la fuerte influencia de las RRSS. No soy yo quien vaya a condenar ni censurar dichas redes y plataformas, pero hay que decir que son parte del problema. Como son los gimnasios o, incluso, farmacéuticos. Y no es una acusación generalizada. Cuando me refiero a las RRSS no trato de defender su cierre o condena total. Tampoco los gimnasios. O las farmacias y otros negocios. Lógicamente, es iluso y vago criminalizar todo Tiktok porque de entre tal magnitud de contenido, hayan vídeos que incentiven el consumo de sustancias potencialmente nocivas. Del mismo modo que sería injusto criminalizar todos los gimnasios porque hayan individuos consumidores y suministradores en esos espacios. Pero esos elementos existen
Y quisiera centrarme en el papel de las RRSS. Todo ello ligado al auge de unos mensajes y contenido de lo que podría ser una evolución de la alt-right. Videos «motivadores», críticos con la teoría queer, editados con aire marcial y subversivo, pero que expone un tipo de «masculinidad ideal» basada casi siempre en culturistas de renombre. Antes de nada debo decir algo, potencialmente se ha demostrado nocivo, pero ha sido altamente efectivo para hacer calar ciertos mensajes en las generaciones más jóvenes. Lo destructivo no quita el mérito. Pero vuelvo, precisamente, a su carácter destructivo.
Mensajes y contenido que anima a los varones jóvenes a abrazar su masculinidad en plena era de su deconstrucción, han sido los principales causantes del aumento del uso de anabolizantes. La «deconstrucción» que han practicado muchos políticos, teóricos y aficionados con poder y lobbies ha saturado la mente de muchos. Hartos del mensaje cansino de ser más pasivos, más emocionales y más tolerantes y, por ende, más pasmarotes, el mensaje contrario apareció con una fuerza inusitada. Pero pasamos de un extremo al otro. Pasamos de la práctica criminalización neurótica de la masculinidad a un ánimo combativo en la búsqueda de una hipermasculinización, principalmente estética. Porque mucha referencia moral y al estoicismo, pero aparte de dejarse los huevos como garbanzos y los deltoides salidos de órbita, nada más. No hay un desarrollo de una ética masculina del trabajo, sacrificio y amor por la familia. A lo sumo referencias a una deformidad liberal de vivir de todo tipo de sablazos y pufos con distinto nombre. Pero claro, hablamos de una especie de agit-prop de una derecha alternativa que no sabe muy bien por qué lado sale el sol.
Mensajes caóticos que mezclan conceptos como la disciplina, el sacrificio, el deseo de automejora con un «mens sana in corpore sano» que nuestra a culturistas y modelos fitness que llevan más jeringuillas que un yonqui de los años 80. Y aunque muchos se hartan de repetir que la gente sabe distinguir la «metáfora» de la realidad, son los mismos que basan sus discusiones sobre historia en series de Netflix y documentales de los Annunaki. Así que no me vale.
Ver estadísticas del año 2021, en que un 3% de los escolares menores de 18 consumían esteroides deja el asunto meridiano. Esas estadísticas siempre son bastante distantes de la realidad, casi siempre reduciendo el problema. Por lo que podemos encontrarnos perfectamente que en el presente años 2025, la cifra real podría ser del 10 o 15%. Pero son teorías. El dato exacto siempre serán elucubraciones. Pero es fácil ver que en muchos gimnasios esa cifra supera el 50% entre el sexo masculino. En otros, quizás, es el 10%. Ello ya depende del gimnasio concreto y de su perfil de cliente.
Vivimos una situación ridícula y de hipocresía generalizada que haría gracia si no fuese porque tendrá consecuencias en la salud de muchas personas que no tenían mala intención. Es que son dignos de ver los debates de comentarios en videos de chavales de 18 años que tienen los deltoides como melones y más definidos que el papel de fumar. Ya se hacen llamar influencers. Y lo son, con la cantidad de seguidores que tienen, se les debe reconocer. Pero nuestra biología, el sistema de entrenamiento y los suplementos legales no han mejorado tanto como para que un chaval que un año antes pensaba 40 kilos en mojado, pase a 110 de masa magra. No hay que ser muy listo. De hecho, cuando un hombre promedio de 1’80 pesa 110 kilos con unos niveles de grasa ínfimos, no es difícil de adivinar que no tiene nada de «natural». Pero muchos quieren vivir en la ilusión de que se puede estar así con pollo y arroz.
Y lo puedo entender en la gente que vive de ese engaño y de vender su imagen y productos a incautos con más ilusión que criterio. Pero no puedo justificarlo en gente que se lo cree por el mero hecho de creer y poder tratar de envidiosos a los demás. Y no es envidia lo que me lleva a criticar tales conductas. Es que precisamente me preocupa la salud. La mental también. Y hacerle creer a un chaval de 16 años que puede estar como Mentzer «entrenando duro», comiendo y descansando, es criminal. Y más criminal es provocarle esa frustración al ver que no es posible y, entonces, darle la opción de los esteroides de tapadillo. Primero le jodemos la noción de la realidad. Luego les generamos frustración. Y para acabar, les damos hormonas. De puta madre.
El papel de los influencers, youtubers y gente del ámbito digital dedicada al fitness también es criminal. No todos, lógicamente. Pero entre todos los creadores de contenido con intención divulgativa, siempre hay estafadores, coachers, motivadores y todo tipo de ratas. Gente que necesita mantener la confusión para mantener su forma de vida. Y hay de todo tipo. Falsos naturales, a manojos. Que son todos muy fáciles de identificar, pero te lanzan el «tienes envidia» y se creen que con eso se tapa todo. Y los hay de todo tipo y a cada cual más pintoresco. Recuerdo uno depilado que se ponía a morder un hígado crudo y con eso ya era natural. Imagino que comiendo hígado no tendrá anemia. Pero poco más. Y las potenciales consecuencias de comer carne cruda, especialmente vísceras, no son ganar músculo. Aunque sentadillas en el lavabo, habrán. También recuerdo el caso de unos africanos vestidos con taparrabos y untados en aceite mostrando supuestos entrenamientos naturales. Todo muy pintoresco e ideal para que el tonto promedio crea que es alguna clase de rutina ancestral y genética especial africana. Todo muy Netflix. Lástima que esa gente tenga iPhone y viva en una casa con fibra óptica de alta velocidad en una gran urbe. Quizás haya gente que crea que toda África es un páramo con cabañas y arroyos sucios, me lo veo. Pero hay grandes urbes, móviles de gama alta, esteroides y si, estafadores. No es algo exclusivo de Europa.
Lógicamente no es un tema del que se hable abiertamente(aunque ahora algo más), pero sabemos que en el culturismo profesional se utilizan esteroides. No hay otra forma de competir a ese nivel, contra gente que también los utiliza y que llevan el desarrollo del músculo a su máximo exponente. Sin ser sano, a esos niveles de competición y siendo adultos que han meditado los pros y los contras, se puede entender. Porque los esteroides no hacen magia. Del entrenamiento más duro posible, dieta y descanso no se libra ni el más pinchado. Pero cuando comenzamos a ver el uso de dichas sustancias en gente acabada de salir de la adolescencia, la situación pasa a absurda. Son chicos que no han llegado a ver el nivel que les llega a ofrecer su cuerpo de forma natural pero que ya utilizan sustancias para dar el mayor salto lo más rápido posible. Y jamás se queda en un mero ciclo por probar. Acaban entrando en la dinámica. Y de ahí no se sale. Es muy jodido volver a ser un humano corriente cuando has catado las mieles de ganar músculo y perder grasa con el mismo entrenamiento que a los demás nos da aspectos de «flacos». Porque esa es otra. Tenemos a hordas de jovencitos anormales llamando «flacos» a gente que llevará entrenando 10 años y que tiene un cuerpo mucho más que digno. Pero claro, a ojos de gente que vive emperrada con que todo lo que no sea Ronnie Coleman es estar flaco, es lo que hay. Pero eso es lo que tienen en la cabeza.
Las consecuencias de este auge de los gimnasios y un refuerzo de la masculinidad clásica, se ven venir. Algo que podría haber sido muy positivo para conseguir generaciones más sanas, más deportistas, más caballerosas, más austeras y duras, pasará a ser otra cosa. Pasará a miles(porque no quiero mentar millones) de jóvenes dependientes de una TRT de por vida porque se han jodido el sistema endocrino y producen menos testosterona que una flor seca. Y no culpo a las RRSS. No son más que una herramienta. El problema es que no parece que distingamos, si quiera, entre lo que son videos motivacionales sacados de contexto, estafadores con pinta de celebridades y mentirosos, de lo que es la realidad. Porque el regreso a la masculinidad podría perfectamente tener el porte de Sean Connery, la planta de Cary Grant o el estilo de Marlon Brando(de joven). O incluso la austeridad y dureza de Clint Eastwood. Y eso no nos quitaría de poder entrenar y ganar en vigor y salud. Pero no, nos han colgado una versión phonk de Conan el Bárbaro.
Últimas entradas