«Es que los hombres no quieren compromiso, son niños»


Es una frase que he escuchado constantemente y en múltiples formas y variantes. Siempre son mujeres muy «formales» y que solo quieren «un hombre normal». Y puedo comprenderlo, creo que nadie quiere estar con un loco e inestable. Bueno, si, ellas. Pero me adelanto al tema.

A esa frasecita sobre lo inmaduro de los hombres y que no quieren compromiso, le suelen acompañar observaciones variopintas pero que siempre van a culpar a los hombres. Tenemos la clásica acusación de misoginia. Una observación bastante delicada, puesto que jamás se explica qué lleva a pensar a muchas mujeres que hay hombres que las odian pero salen con ellas y quieren una relación. Suena a excusa bastante mala para justificar un «no me gusta ese chico». Y como ya no se puede hablar mal de las mujeres, se utiliza la palabra «misoginia» como comodín para evitar cualquier debate.

En mi experiencia de los últimos años me he encontrado con situaciones de todo tipo. Y cada vez van a peor. Y ya os digo que la posmodernidad ha destrozado a las mujeres de una forma absurda. Y pretenden arreglarlo con terapia. Porque esa es otra. Ahora ya hay taradas que te exigen ir a terapia para salir con ellas. Claro que sí, los locos que hacen terapia unidos se discuten más a gusto con términos pseudocientíficos de supuestos psicoterapeutas más cercanos a un chamán que baila para que llueva que de un profesional de la salud mental.

Voy a dar ejemplos personales. Lógicamente no daré nombres, pero los casos son reales.

Caso número 1:

Chica muy simpática y tradicional, se mostraba encantadora y muy predispuesta. La cita fue una fiesta. Me habló de los reptilianos y de teorías de la conspiración que superan cualquier episodio de enajenación puntual. Ahí ya sabía que tenía que cortar ese hilo rápidamente. Error, tras un rechazo sutil y lo más educado posible, llamadas a horas intempestivas y de forma continua. Suerte tuvo de no ser al revés, porque un hombre va al calabozo por acoso rápidamente. ¿Lo más gracioso? Ante tal acoso, algunas conocidas lo vieron «cuco» y «bonito». Pero, es más, me trataron de insensible por no hacerle caso y pedirle por favor que no continuase. Incluso me pusieron en cuestión a mi. Luego dicen que los hombres nos defendemos unos a otros. Pero ningún hombre, jamás, ha justificado el acoso. Que parecía mi móvil un festival.

Caso número 2:

Mi favorito. Salgo con una chica durante dos meses, casi tres. Nos vamos de viaje unos días y de la nada me pregunta: ¿Qué somos?. Vale, si, error por mi parte al responder de forma abstracta. Pero era una pregunta trampa y no quería arruinarlo todo. Bueno, la chica me dijo que debería pedirle oficialmente salir. Lo hice después. Y al poco recibí un mensaje. «Mejor continuar como hasta ahora, sin nombres». ¿Absurdo y ofensivo? Pues lo hizo el día de mi cumpleaños. Al volverme más seco y parco por tal patada en los huevos, ella se puso más agresiva pero al final reconoció que «iré a terapia, no querría dejarte como amigo». Fantástico, la gente necesita un loquero para saber si puedo ser una pareja o no. La mala hostia me dura hasta día de hoy.


Caso número 3:

Este es más gracioso y más simple. Lo habremos vivido muchos. Chica que le pone mucho ímpetu a salir y quedar. ¿El problema? Que hace lo mismo con otros 5 a la vez. Persona muy ocupada. Por mis medios lo averigüé en la tercera cita y dejé de hablar por evitar tonterías. Ante el rechazo y un mes de silencio me llegó un mensaje reconociendo tal situación como si yo no lo supiera. A lo mejor se pensaba que mi rechazo era porque lo leí en el horóscopo. También podría ser, pero no soy tan gilipollas. Me fío más de la actitud de las personas que de las chorradas escritas por un becario.

Caso número 4:

Otro caso corto y absurdo, pero que ilustra la clase de mente que están desarrollando muchas mujeres. Además, es profesora de secundaria. Al saber que yo soy sociológo me preguntó algo así como «¿Qué te parece la relación e influencia de los astros en nuestro comportamiento y en la sociedad?». Y no era un sarcasmo ni una sátira. Fue una pregunta sincera de una profesora de secundaria. A ver quién es el hombre tan hábil como para no decir algo que pudiese ofenderla. A mí sólo se me ocurrió responder «yo me especialicé en sociología política y rural, no es mi área». Cuando lo que estaba pensando era «quizás te crees que Marx escribió El Capital porque un día se cruzó con un Aries de ascendente Capricornio mientras Saturno estaba sodomizando a Alpha-centauri y Neptuno se hacía una paja».


Caso número 5:

La que quiere un hombre maduro, como todas, pero me encasilla en la friendzone y acaba saliendo con un tarugo -como todas- para acabar volviendo a hablarme.

Pero tiene la gracia añadida que tras meterme en la friendzone y acabar saliendo con un cincuentón que estaba, a su vez, yendo de putas, me envió un mensaje al saber que estaba cerca con una foto suya. El mensaje «esto es lo que te pierdes». Yo me fui a casa, tenía hambre y habían lentejas. Me parece que no le gustó mi respuesta de las lentejas. Lástima. Por lo menos no voy de putas.

Casi número 6:

Chica tradicional, entrena, quiere hijos y una relación sana y formal. Le duraron las buenas formas dos citas. En la tercera cita se le fundieron los plomos y me dejó colgado en una estación con mensajes dramáticos. Por una vez en mi vida quise ser buena persona y no darle importancia porque quizás tenga problemas. No me aclaró qué pasaba. El caso es que estaba en la estación y se largó antes de que yo llegase y se fugó. Le dije que no pasaba nada, pero que yo volvía a mi casa porque me parece mal dejar al perro solo para no hacer nada. Por lo visto quería que me quedase. A saber. Quizás dejó una GoPro y quería ver si me pone triste que me rechacen. Y el irme a casa, tras ella dejarme tirado, le quitaba gracia.

Caso número 7:

Chica que propone salir por propia voluntad. Yo ya ni muestro iniciativa porque me queda claro un poco de iniciativa de más, me lleva a la cárcel. Antes dar un beso al final de una cita podía suponer una gran presión porque te podían rechazar. Ahora te pueden llevar a la cárcel. Así que mejor ser un monigote y esperar a que la chica se canse y te deje por imposible, que tener iniciativa y que la chica te denuncie. Pero volvamos al caso número 7.

Quedamos para tomar un café. Pocas veces he visto a alguien reírse más con mis comentarios. Soy muy divertido o la chica es una actriz estupenda. Por tantear el terreno, le propongo que me acompañe a hacer un recado. Acepta sin problemas. Aunque antes de eso va al baño. Con el móvil. Mala señal, va a comentar algo con una amiga. Estoy jodido. Ninguna amiga de una mujer ha ayudado jamás a un hombre. Son veneno con rencor, dos en uno. Damos una vuelta y todo funciona. Me despido y sugiero una nueva cita indirectamente, a lo que ella se muestra receptiva.

Os lo digo ya, no hubo ninguna cita más. Al día siguiente me llega un mensaje del tipo «me he divertido mucho y me he reído, pero no he sentido nada». En el mundo real, eso es una patada en la boca pero con delicadeza. ¿Qué alternativas tengo? ¿Enfadarme y mostrar disgusto?¿No contestar y mostrar disgusto igual?¿Hago un comentario pasivo-agresivo? No, voy a comportarme como un caballero y voy a utilizar la misma delicadeza que ella. Contesto: «Bueno, si no has sentido nada, no puedo hacerle nada. Una lástima.»

Si alguna mujer que lea eso me dice «ella quería que mostrases iniciativa», os podéis ir al traste, las cosas se dicen directamente, no con comentarios de sentimientos que nadie comprende. ¿Qué esperaba sentir frente a un desconocido tomando un café? Una atracción y deseo irrefrenables del tipo «hazme el amor en la mesa, tío duro»? Pues lo siento, ni que hubiera sido así, en la primera cita yo no llevo los calzoncillos de gala. Y me parece odioso estropear un café con mis genitales. Sobre todo porque el café estaba caliente y no querría quemarme los huevos. Pero realmente no sé qué esperaba sentir. Algo imagino, pero son sospechas. Imagino que en lugar de alguien con humor y agradable que la hiciera reír, ella esperaba un exconvicto con un tatuaje en el cuello que la ignorase la mitad de la conversación y le mostrase desprecio. Entonces si que ella habría sentido algo.

No hay más maltrato por pura coincidencia. Cada vez tengo más claro que cuando la naturaleza otorgó a la hembra humana la última palabra sobre el apareamiento, no esperaba que las mujeres comenzasen a elegir a hombres que únicamente sobresalen en el consumo de drogas y robar el bolso a las viejas. Así tenemos esa masa de parejas en que el tío se pasa el día jugando en el ordenador, viendo porno, hasta arriba de Monster y otras bebidas energéticas, quedándose calvos y, de vez en cuando, manteniendo algún tipo de relación con sus novias en forma de fetiche sexual perturbador o violencia porque a la chica le hacen caso tíos mejores que él. La humanidad está a cinco minutos de una habitación con las paredes acolchadas.


Y diréis, «son sólo 7 casos, no puedes inferir nada». Y os responderé que me beséis los huevos. Hay más casos, pero 7 ya me parecen demasiados teniendo en cuenta que me llaman exigente pero tengo que escuchar dramas de mujeres que no encuentran «hombres normales» y con las cribas que hago, siempre vuelvo con rechazo y la certeza de que la gente está hecha mierda mentalmente. Y aún así no odio a las mujeres. Aunque me creo que esas 6 dirán que yo soy misógino para justificarse. Y también os digo, no odio a las mujeres, pero me sobran motivos.

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