Adelanto que el presente artículo será una mezcla ofensiva de sátira y crítica humorística hacia los dueños de BMW. Así que, si eres el típico flipado fan de BMW al que le sienta mal el humor cruel, te recomiendo no continuar con la lectura. Aunque, por otro lado, dudo que sepan leer, así que es tirar salvas en balde.
Yo tengo claro que la maldición de los BMW en España comenzó a finales de los 90 y comienzos de los 2000. Y la culpa fue de la burbuja inmobiliaria. Los canis que nunca jamás debieron haber pasado de un Seat Ibiza amarillo o un Hyundai Coupé, se vieron con los caudales suficientes para comprarse un BMW. Mercedes sonaba a viejuno. Audi no es más que un Volkswagen caro. De Lexus no sabían ni la existencia, como del Código de Circulación, los libros sin dibujitos y los jueves sin coca. Así que apostaron la carta del BMW. Un marca de iniciales, sublime. Quedaba malote y clasista. Y coches alemanes, así les podrían estafar con razón en una de sus habituales visitas al mecánico cuando les dijeran lo de «la pieza viene de Alemania». Que es un eufemismo que quiere decir «tengo pocas ganas de trabajar, muchas ganas de cobrar y la pieza viene en burra».
La maldita burbuja inmobiliaria lo envenenó todo. Gente sin la ESO y sin tabique nasal, conduciendo coches de gama alta cuando jamás debieron haber salido del armario de sus padres. La generación marcada por imponentes hitos del cine como «XXX» y la infumable saga Fast & Furious. Cualquier cosa con Vin Diesel, coches y fulanas les funcionaba. Aunque no sé para qué las fulanas, si lo que querían ver era al calvo con apellido de combustible en camiseta sin mangas y enseñando tatuajes tribales. Ahí siempre ha habido un homoerotismo latente y nadie dijo nada. Me veo que algún cambio de marchas de BMW serie 3 tuneado era el falo de Vin Diesel.

De hecho, BMW se enriqueció tanto de la ingente masa de palurdos que querían un BMW para generar el caos en la carretera, que tuvo que crear coches absurdos para poner a prueba el retraso mental de sus potenciales clientes. Y sacaron aún más tajada. Así surgieron el BMW X5 y, luego, el X3. De la fascinación del hijo cocainómano por el BMW Serie 3, salió el padre empresario con el BMW X5 y la madre con un X3. Empresa familiar. Porque está claro que era muy necesario un coche todoterreno de gama alta diseñado por una marca de coches deportivos, especialmente diseñado para ir únicamente por la ciudad. Quizás un 4×4 por altura y diseño, tenía poca estabilidad para un comportamiento deportivo, pero daba igual. Quizás era una payasada hacer un todoterreno pensado para ir por asfalto fino. Pero daba igual. BMW ya no vendía coches, vendía pretensiones y misiles con intermitentes.
Que esa es otra. Nunca, jamás, nadie en su vida, ha visto a un BMW poner un intermitente. Yo creo que les ponen las luces de atrezzo. Para cumplir de cara al estado y ya está. Pero en volante no hay ninguna palanca para poner el intermitente. Y si la hay, jamás la han descubierto. Es territorio inexplorado para los dueños de los BMW. Como una biblioteca o palabras de más de dos sílabas.
Todo en esa marca es pura ostentación. No ofrecen nada. Algunos dicen «es que son coches divertidos». Si, divertidísimos. Olvídate de monólogos, chistes y comedias. Mejor cómprate un BMW. Miles de vendedores y jefes de BMW partiéndose el culo de risa ante cada pobre pagando por un coche inútil, no pueden estar equivocados.
Aunque otros dirían algo más cierto. «No lo entiendes porque jamás podrás pagar lo que cuesta un BMW, no es para cualquiera». Y es parcialmente verdad. Nunca podré pagar por un BMW. Ni siquiera por un BMW de segunda mano que huele a vaselina al que es mejor no pasarle luz ultravioleta. Jamás podré comprarlo, cierto. Pero, principalmente, porque hay muchísimos coches más prácticos, más fiables, más seguros, más cómodos y más baratos. No entra en mis prioridades pagar por el batmóvil de un aficionado a la cocaína y el Redbull.
Y ya cuando me enseñan chorradas como «mira, el mío tiene tapicería de cuero», se me enternece el corazón. Me enseñan como «ventaja» el acabado de los asientos de un coche. No sé si hablamos de un coche o de un tresillo. Pero más allá de eso, es que el cuero es lo más absurdo. Estéticamente puede quedar bien, pero me gustaría saber qué pasará cuando la choni que vaya al lado o que conduzca el coche, vaya en shorts chumineros en verano esa tapicería de cuero hace efecto piscina de aceite con el sudor de los muslos o se quede pegada. Va a oler como cuando se queman las plumas de una gallina. Aunque digan «pondré el aire acondicionado y ya». Eso está muy bien. Si funciona, porque no son los BMW el colmo de la fiabilidad. El BMW promedio tiene más visitas al mecánico que alguien con gastroenteritis al lavabo.
Pero me dirán «es que es un coche muy rápido y potente». Y si, es cierto. Yo cada vez que voy por la autopista a 120 y veo pasar a un misil con fragancia de «One Million»(o algún perfume de cereza o coco si es su versión femenina) a 200, tengo claro que me ha adelantado un BMW. Y el radar, también. Alta velocidad, gran potencia, mayores multas. Pero está bien, los BMW con contribuyentes al estado. Entre los que pagan por multas, facturas mecánicas, impuestos de matriculación, circulación, seguros y lo poco que han utilizado la educación pública, nos salen como contribuyentes netos. Son gente con carencias, pero aportan mucho a las arcas del estado.
En conclusión, no es todo tan malo entre los dueños de los BMW. Si, son tontos con pretensiones de clase y no saben conducir ni leer. Y producen accidentes y malos momentos. No tantos como los ciclistas y los patinetes, pero ahí andan. Pero por lo menos pagan impuestos y sanciones a mansalva.
Y oye, Vin Diesel no está mal.
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