De la posmodernidad y sus esputos

No sé muy bien cómo presentar la idea de la que tratará éste texto. Por eso no tiene un título coherente. Pero voy a intentar plantearlo del modo más práctico posible y ofreciendo situaciones que muchos hemos podido ver o vivir. De este modo, aunque falle en presentar la idea verbalmente, se irá comprendiendo de qué va la cuestión.

Bien, vamos a presentar varios casos que todos hemos podido encontrar o de los que somos ejemplo viviente.

-El primer caso, chica joven pero rondando o superando los 25 años, estudios universitarios, en desempleo o con trabajos precarios y temporales. Y lo más importante, con depresión o una actitud de pesimismo radical. Puede tener pareja, pero usualmente no por mucho tiempo por sus vaivenes emocionales. Normalmente éste perfil, a pesar de su patente tendencia depresiva, intenta involucrarse en diferentes causas. Usualmente causas sociales y/o políticas de distinto signo.

-Segundo caso. Varón joven sin estudios superiores pero con trabajo fijo, aunque precario. Fumador diario de marihuana. Y cuando digo diario, me refiero a consumir cada día y más de una vez.

-Tercer caso, varón joven, 18 años quizás. Desinteresado en la vida social, asiduo jugador de videojuegos, especialmente online. Siendo ésta una de sus principales formas de sociabilidad. Cuando digo asiduo jugador, me refiero a tener hábitos diarios de juego por más de dos horas y con el equipamiento suficiente como para evadirse completamente de la realidad.

-Cuarto caso, chica de 18 años o más. Asidua de las redes sociales. Vida ociosa retransmitida a través de sus redes sociales. Cuánto más visuales y que generen mayor repercusión entre sus seguidores, mejor. Alta probabilidad de que tal chica disponga de redes sociales con material erótico por el que hay que suscribirse y que le genera beneficios y ser relativamente autosuficiente económicamente.

-Quinto caso. Chica o mujer de más de 30 años. Trabaja con cierta estabilidad. No tiene familia propia y gasta todo su ahorro en viajes y ocio casi siempre relacionado con éste sector.

-Sexto caso. Varón de 30 años o más. En pareja. Su vida se resume en salir del trabajo e invertir el tiempo en casa en jugar como en el tercer ejemplo. Evadido de la vida en pareja.

Tenemos seis ejemplos. Creo que todos los que tenemos edades comprendidas entre las de los ejemplos, conocemos casos extremadamente similares. O, en el peor de los casos, hemos sido o somos un caso del ejemplo.
Y con “en el peor de los casos” no me refiero a que por tener algunas de éstas características se sea peor. Pero ciertamente, subyacen problemas que quiero intentar explicar en este texto.

A priori, éstos personajes no tienen gran cosa en común. Hay hombres, mujeres, algunos con estudios superiores, otros sin, unos son huraños y otros demasiado sociales. Pero les unen dos cosas.
La más evidente, es que tienen un patente malestar psíquico que intentan apaciguar con lo que parecen ser válvulas de escape más o menos adictivas. Pero no quiero tratar esas actividades como adicciones propiamente, aunque lo sean. Porque es muy fácil que cualquier acción que suprima temporalmente una sensación insoportable, se convierta en adicción. Pero no tiene nada que ver aquel que se ve desesperado por tocar un botón y dejar de sentir dolor, que aquel, realmente ocioso y vacío, que necesita del botón para sentir euforia en una vida sin mayor dolor.

El caso, es que podemos llegar a la conclusión que éstos perfiles están unidos por desarrollar comportamientos que intentan hacerles evadir algo muy desagradable. Pero la pregunta clave es: ¿Qué es aquello tan desagradable de lo que quieren evadirse?
Y la respuesta es sencilla, principalmente, si se está o ha estado en esa situación. Algunas generaciones han sucumbido al nihilismo. Tan y puramente. No hay ningún sentido ni objetivo trascendente en nuestras vidas. Y no es por elección personal. Vivimos una tormenta perfecta que ha provocado millones de éstos perfiles. Y no es de extrañar. No hay ninguna puñetera certeza, no hay nada sólido a lo que aferrarse. Bauman se llenaría la boca del término “líquido” para hacer un libro más con el que llenarse los bolsillos mientras no aporta soluciones más que conllevar y tragar. Pero no vivimos en una sociedad líquida. Es un sistema desangrado. Lo único líquido es la sangre que se derrocha a través de jóvenes sin camino y sin posibilidad de conseguir una puñetera meta. Y los humanos necesitamos éxitos, proyectos. Necesitamos consecución. Sea en uno o distinto grado, pero todos lo necesitamos. Y lo que hemos hecho es decirle a muchas generaciones: “No tengas hijos”, “el mundo se acaba”, “tu bienestar es egoísta para otros”, “el amor romántico es opresivo”, “el matrimonio es una cárcel”, “los roles de nuestros antepasados están equivocados”, “tu cultura es genocida”, “la libertad es no tener lazos”. Y así hasta que hay generaciones enteras que, personalmente, no sé como pueden vivir sin derrumbarse por la calle. Les hemos anulado cualquier atisbo de esperanza y de querencia de permanencia. Ha sido como darles una corona de flores el mismo día que nacieron.

Y hay otros. A quiénes esta tormenta perfecta apenas supuso sirimiri en nuestra infancia, pero la hostia llegó mas tarde con la misma crueldad. Porque tan o más cruel es decirle a una persona antes de empezar a andar que no va a llegar a ningún lado, que cortarle las piernas al que ya había comenzado el camino.

Algunos más mayores tuvimos la esperanza de construir algo con nuestras vidas y nuestro sacrificio. Y lo hemos intentado. En balde. No todos, afortunadamente. Hay honrosas excepciones que han conseguido escapar de esta escabechina. Les admiro. Pero no son la mayoría.

Al no tener objetivos vitales que realmente nos ofrezcan cierta plenitud, principalmente porque se hace lo posible para que ésos objetivos se vean siempre frustrados, la gente se abandona a actividades sustitutivas. Actividades que calmen la ansiedad y el insoportable dolor de vernos inútiles, sin un sentido en la vida más que continuar por continuar, pero nada trascendente. Pero no solucionan el problema. Aquel que quería estudiar y tener su carrera profesional iniciada con 25 años, se ve con 35 y planteándose hacer unas prácticas. La chica que vive en redes sociales y vende material erótico para obtener un buen pellizco y aprobación masculina, se ve en ese camino ocioso pero incapaz de haber tenido una relación estable y relativamente sana. Vaya, que a falta de hombre de bien, hicieron a mi padre alcalde. Actividades sustitutivas porque el ramal principal de lo que debería ser nuestra vida es un tronco partido. Y sólo nos queda vivir en alguna ramita con hojas mientras el árbol no termina de morir. Quizás el trabajo se nos hace insoportable. El salario es una basura que no nos permite pagar un pisito en el que algún día tener un niño. Nos llegan bonitos mensajes de viejos y gordos gatos satisfechos que nos dicen “yo a tu edad ya tenía una familia”, “tienes que esforzarte más”, “yo no estudié y mira dónde estoy”, “te quejas por nada”. Así que tienes que volver a casa y entre tus opciones están lanzarte por el balcón o fumarte algo. Y mejor fumarte algo porque el piso de un suicida se vende muy mal y sería muy “egoísta” bajarle el valor de venta del piso a tus padres. Y además, les confirmarías que “eres un blando”.

Así que hay que ir por la vida sin un sentido. Avanzar hacia ninguna parte. Caminar por caminar y sin parar. Ese el problema. Ser caballos de un carro sin dirección. Y si, por cualquier motivo, fijases una dirección, no te encontrarás obstáculos. Te encontrarás un foso tan profundo como el infierno y un muro infranqueable. Así que para la mayoría, el recorrido se reduce a ir dando vueltas sin sentido, muchas veces con los ojos tapados para no asustarte y, escuchar de algún asno sentado “eh, no te quejes, que por lo menos tienes heno”.

Cuando hay partidos, personalidades y asociaciones que a la vez dicen preocuparse por la salud mental y hacen un raro hincapié en legalizar drogas como la marihuana, no puedo estar más en contra. Y lo estoy porque la marihuana, como puede ser otra sustancia, está siendo utilizada como forma de evasión de los problemas. Si tales personajes o grupos se preocupasen realmente por la situación, harían lo posible por ofrecer soluciones a las causas que provocan malestar psicológico y problemas mentales. No se dedicarían a llenarse la boca de “lucha por la salud mental” pero a intentar ofrecerte un porro para que sigas teniendo los mismos o, incluso, más problemas, pero debajo de la alfombra. Nos estamos acostumbrando a que nos ofrezcan anestesia como tratamiento para la enfermedad. Y así no funcionan las cosas, más que cuando no hay solución o el doctor tiene un extraño interés en mantenerte vivo y sin demasiados dolores, pero tampoco excesivamente sano. Y apuesto por lo segundo, porque no hay que ser extremadamente inteligente para ver que no se ofrecen soluciones reales a la falta de objetivos, ausencia de proyectos y la nula capacidad de consecución de proyectos vitales que se nos ofrece. Si, mucho aparente bienestar, mucha palabrería, pero nos tienen como a un gorrino encerrado y cebado. Vemos que se acerca el sacrificio y cualquier intento de escapar de ese final abyecto al que nos han atado, es bloqueado implacablemente por los mismos que te dicen que te quieren ayudar. Así que te dan tu anestésico diario y así dejas de intentar escapar durante un rato y dejas de ser un problema.

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